Desde hace 9 años los políticos y en especial los
integrantes del partido de gobierno han vociferado que gracias al presidente actual
somos provincia, como dando a entender que hemos sido premiados por él, cuando
en realidad era una explosión social peninsular que había que acatarla.
Indudablemente ese fenómeno político independentista se lo
logró en la Asamblea, debemos recordar todos los años ese esfuerzo de los
habitantes peninsulares respaldando a los políticos de turno, eso no es malo. Pero
más importante es hacer un análisis de aquella coyuntura independentista y la
realidad actual.
Así los primeros años de provincialización las preferencias
fueron para el partido de la revolución ciudadana. El mismo presidente Rafael Correa
tenía gran porcentaje de credibilidad y recibía a cambio una votación
aplastante en estos lares.
Como nada es eterno, con el paso del tiempo, esa preferencia
se fue diluyendo, ya en las elecciones del 2014, sus candidatos seccionales
fueron derrotado en las urnas.
En las elecciones de la primera vuelta del 19 de febrero del
2017 con sus candidatos Moreno-Glas, la tendencia es a la baja con un 47%, es
decir el voto en contra es mayor.
El ciudadano peninsular ha visto deteriorar su economía en
los últimos años, independiente de lo que digan las estadísticas del INEC, su
situación es crítica.
Añadido a ello se encarecieron los servicios básicos de
agua, alcantarillado, energía eléctrica y hasta transporte público. Más preocupante
por el deseo y la prisa gubernamental de contratar una empresa para el mantenimiento
de nuestras carreteras a pocos días de la entrega del poder
Resumiendo: un pequeño porcentaje que puede vivir de la
burocracia y de empleos privados, contra una gran mayoría que hace malabares
para subsistir, esas personas las encuentras en las busetas, en las plazas y
mercados tratando de llevar algo a su hogar.
Esta es la realidad actual remarcando el incremento
delincuencial que pone en zozobra a pobres y ricos.
Un gobierno llamado socialista del siglo XXI quiere
contentar las necesidades del pobre como si fueran las del siglo XIX, poco beneficiosas para las clases más limitadas,
hoy se encuentra en proselitismo tratando de convencer a ese 53% de personas que su realidad va cambiar, el ciudadano
reaccionará y votará de acuerdo a su verdad.