Víctor Corcova |
Está bien, muy bien, que proliferen los gobiernos activados por la ciudadanía, dispuestos a convencer por sus ideas, en lugar de vencer por su poder. Precisamente, las democracias germinan de esta libre participación y se consolidan, más que con celebraciones electorales, con la claridad con que se resuelvan los problemas. Esa transparencia en los diálogos es lo que produce (y reproduce), confianza en las personas y en las instituciones, avances y progresos, puesto que los males democráticos sólo se alivian con más democracia.
En todo caso, debemos saber que no hay democracia sin participación. Participar es indispensable, hasta el punto que cualquier persona debería estar en disposición de servicio. La ciudadanía responsable detesta los gobiernos autoritarios, o aquellas políticas que no promueven el pluralismo ciudadano. Por desgracia, algunos modelos que se dicen demócratas, escuchan muy poco a la ciudadanía. Tampoco suelen tener en cuenta la voz de las minorías, ni los grupos vulnerables. Ciertamente, en las democracias actuales, se observan pocos ciudadanos dispuestos vocacionalmente a conducir los asuntos públicos. La política se ha convertido en uno de los grandes negocios. Ha dejado de ser una vocación para convertirse en una auténtica profesión. Se hace partidismo, sirviéndose unos a otros, no sirviendo a la colectividad que es de lo que se trata.
Por consiguiente, a mi juicio es importante que Naciones Unidas, coincidiendo con el Día Internacional de la Democracia (15 de septiembre), apoye cualquier iniciativa educativa encaminada a mejorar el espíritu democrático. Si fundamentales son las formas democráticas de un gobierno, esenciales son los fondos para el ejercicio de ese mandato democrático. Desde luego, algo falla en el mundo cuando las sociedades son cada día menos participativas y más excluyentes, más interesadas y menos justas, más irrespetuosas con el estado de derecho y con los derechos humanos.
Además, sin democracias participativas difícilmente podremos avanzar en el camino del asociacionismo. Los sistemas democráticos pueden ser diversos, pero todos han de tener un mínimo de participación democrática, un mínimo de disposición asamblearia y un mínimo de control de ese mandato. Para desdicha de todos, en muchas naciones que dicen ampararse por la democracia, resulta que no son ni tan representativas, ni tampoco tan participativas, es más bien un paraíso de charlatanes aglutinados a la sombra del poder.
Por eso, es tan necesario como preciso ayudar a cimentar las nuevas democracias, expandir el espíritu democrático por las democracias frágiles y mejorar aquellas democracias de larga vida. Puede que los principios democráticos no sean una ciencia exacta, pero llevados a la vida de cada día, no tengo dudas de que ayudan a convivir, puesto que cada uno debe ser respetado como ciudadano. Sólo nos resta pedir que los servidores se formen en interés del Estado, no del Partido, como viene sucediendo también en muchos países. Y que cada cual, cultive más democracia como actitud de vida.
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