Jorge Izaguirre. Docente de la Business School UIDE Campus GYE
La economía
ecuatoriana enfrenta un panorama complejo en 2025, marcado por una inflación
moderada y persistentes desafíos laborales como el desempleo, subempleo e
informalidad. Estos factores exigen una gestión empresarial ágil y estratégica,
no solo para asegurar rentabilidad, sino para contribuir a la estabilidad
socioeconómica.
Ecuador mantiene una
inflación baja comparada con la región, gracias a la dolarización que actúa
como ancla contra presiones externas. En septiembre de 2025, la inflación anual
(IPC) se ubicó en 0,72%, una desaceleración en comparación con el mismo mes del
2024. El FMI proyecta un cierre anual en 3,6%, influido por precios de
alimentos y energía.
El desempleo presenta
un reto más estructural. En agosto de 2025 el desempleó estuvo en 4,1%. Más
allá del volumen, la calidad del empleo es crítica: solo el 35,2% de la
población ocupada tiene empleo adecuado, mientras el subempleo afecta al 20,9%,
con mayor impacto en mujeres, jóvenes e indígenas. El Plan de Desarrollo
2024-2025 busca elevar el empleo adecuado del 34,41% (2022) al 39,09% para fin
de año. Estas brechas, agravadas por informalidad superior al 50% en sectores
como agricultura y comercio, limitan la productividad y exponen a choques
externos.
La inflación moderada
ofrece predictibilidad en costos, pero su acumulación reduce márgenes y
demanda. En sectores como el lácteo, el consumo per cápita ha caído por cambios
en hábitos y presiones en precios de insumos, obligando a ajustes en producción
y logística. Las empresas enfrentan erosión de poder adquisitivo consumidor,
especialmente en bienes esenciales, y no pueden devaluar para competir, lo que
presiona márgenes sin trasladar costos íntegros a precios.
El desempleo y
informalidad agravan la escasez de talento calificado, elevando costos de
rotación y capacitación. Sectores dependientes de mano de obra joven sufren
brechas de productividad, reduciendo innovación y expansión. La informalidad
merma eficiencia, mientras desigualdades juveniles y de género generan
inestabilidad social, afectando reputación corporativa. En un crecimiento
moderado, las empresas lidian con fuerza laboral subutilizada, limitando
adaptabilidad a riesgos como crisis energética o inseguridad.
Frente a la inflación,
las empresas deben priorizar eficiencia: optimizar compras negociando acuerdos
a largo plazo, diversificar proveedores para insumos críticos y estandarizar
para rutinarios. Implementar automatización para reducir desperdicios, monitorear
capital de trabajo priorizando liquidez. En precios, diferenciar productos con
empaques menores o ajustes en servicios, focalizando inversiones en
estratégicos como I+D y marketing. Diversificar hacia exportaciones no
petroleras, aprovechando acuerdos con China y Corea para mitigar impactos
internos.
Ante el desempleo, es
preciso fomentar empleo digno invirtiendo en capacitación alineada a tendencias
digitales. Una estrategia interesante es implementar flexibilidad laboral
interna, como teletrabajo y políticas de cuidados para mujeres, y alianzas educativas
para pasantías juveniles.
Otra estrategia
interesante consiste en colaborar con el sector público: aprovechar el Plan de
Desarrollo para alianzas en infraestructura, incentivos juveniles y diálogo
social sobre rigidez laboral. Alinear con la Programación Macroeconómica
2025-2028 para potenciar sectores renovables y agrícolas, generando empleo
inclusivo.
La gestión empresarial
en Ecuador requiere equilibrio entre control de costos y valor social en un
entorno de inflación moderada y brechas amplias de empleo adecuado. Empresas
resilientes priorizarán innovación, inclusión y eficiencia, contribuyendo a formalización
y productividad. En un año de recuperación, la adaptabilidad y sinergias
público-privadas serán diferenciadores, impulsando no solo supervivencia, sino
desarrollo sostenible nacional.
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