PhD. Emilio Carrillo.
Docente de psicología Clínica UIDE Guayaquil
La globalización es un
proceso que históricamente ha transformado el desarrollo de la sociedad, su
repercusión abarca todas las dimensiones posibles de la actividad humana, en
especial, la de educación, que constituye en general un medio para el desarrollo
personal y social, a través de la socialización como acto de existencia u
organización colectiva (como las instituciones) y para su propia superación de
su potencial, y de los desafíos de su entorno a partir del conocimiento y el
uso de la ciencia. Propiciando que, en el marco de un sistema educacional
organizado, la educación superior conforme el nivel de mayor relevancia y de
definición del paradigma, los resultados, las capacidades y el ser social que
transforma el planeta.
Comprender la relación
compleja e indivisible de la globalización y la educación, en su rol
transformador, es el punto de inicio para contextualizar la influencia y
alcance que tiene en el ámbito de la educación superior en el Ecuador, que
parte de la necesidad de lograr una mayor internacionalización de las
universidades, adaptándose a estándares, regulaciones y políticas globales,
fortaleciendo la conformación de redes, alianzas, convenios y la colaboración
en investigación, a fin de prepararse para un mercado laboral más
interconectado y diverso. Lo que conlleva la revisión de sus competencias, su
validez en los procesos de acreditación (clasificación, rankings, homologación
y reconocimiento de títulos) y su participación en la incidencia para superar cualquier
burocracia local.
Desde esta perspectiva
estructural y estratégica, actualmente las universidades privadas son más
vistas como empresas que ofrecen servicios y que deben buscar la sostenibilidad
financiera y la diversificación de fuentes de acceso a recursos, en contraste
con el desarrollo de las universidades públicas. El cierre de brechas entre
ellas, desde una perspectiva global, no sólo está relacionado alguna realidad
de los estudiantes, los docentes o la infraestructura adecuada, sino también,
al modelo de gestión, que debería favorecer una mayor responsabilidad social a
partir de una economía circular que permita el acceso igualitario, una mayor
asignación de fondos para, su desarrollo tecnológico, la investigación y las
becas, buscando una mejor gestión en el marco de los objetivos del desarrollo
sostenible establecidos en la agenda 2030 y con mayor exigencia en la rendición
de cuentas.
Además, la gestión
institucional de la educación superior debe superar la resistencia al cambio de
sus instituciones, fortalecer proceso de evaluación y medición de los
resultados de los impactos, y del aseguramiento de la calidad, dando vías de
solución más inmediatas a situaciones como la deserción o retención educativa,
la necesidad de capacitación continua y retroalimentación los docentes y las
oportunidades de vinculación con el ámbito laboral de los profesionales que se
gradúan.
Las universidades
locales, deben lograr mantener su relevancia en un entorno global, asumiendo
estratégicamente la solución de problemas locales a través de la vinculación
con la sociedad, que ya tiene como desafío romper la desconexión entre la
academia y la sociedad, asumiendo la responsabilidad de lograr la formación de
los profesionales para el mercado laboral y las competencias que necesita ese
mercado laboral.
La movilidad humana que
es una de las prioridades globales de la diplomacia, también tiene sus efectos
en la educación, se requiere entornos más acogedores, que promuevan la
integración social educativa y a la par de ello, fomentar estrategias de
movilidad de estudiantes y docentes, de los talentos (que son parte de un
mercado internacional de reclutamiento de los mejores profesionales)
manteniendo la identidad cultural y el equilibrio de la influencia global, en
sistema culturales que aseguran la participación activa y democrática en la
sociedad.
Este alineamiento de la
educación a la mundialización también demanda atender la concepción, diseño y
oferta de los programas educativos, los cambios y adaptación del currículum y
planes de estudio, que deben ser transnacionales para el desarrollo de las
capacidades (especialmente las habilidades blanda) y la metacognición, con
mayor énfasis en el dominio de los idiomas, la personalización del aprendizaje,
cultivando el pensamiento crítico y la alegría de aprender, desde una pedagogía
práctica, acorde al desarrollo de la ciencia y las humanidades para abordar los
problemas complejos, enriqueciendo experiencias de aprendizaje significativo.
Con el auge y uso de las
tecnologías de la información, la globalización se aceleró, la
hiperconectividad y la inteligencia artificial como parte de la realidad
cotidiana en la actualidad, generan una aceleración más, tal vez hacia una
sociedad más digital, con una educación más propicia para ello, que requiere de
una mayor integración tecnológica y varias modalidades de estudio, y con
desafíos sobre la privacidad, las brechas digitales y la ética en su
implementación e interconexión a nivel mundial.
No hay solo una ruta,
pero si un conjunto de realidades entorno a la educación superior que requieren
de cohesionarse y con ello innovarse, un punto de encuentro común y prioritario
debe ser el abordaje integral del bienestar estudiantil, centrado en el desarrollo
de la persona en su vida universitaria y de profesionalización, garantizando el
cumplimiento de expectativas y la inclusión social.