Javier Lécaro. Docente Business School UIDE
Guayaquil
Una guerra comercial
se presenta cuando dos o más países aplican medidas restrictivas como aranceles
o cuotas a los bienes importados, en respuesta a políticas similares adoptadas
por otras naciones. Su propósito suele ser proteger la industria nacional, pero
sus efectos se extienden más allá de las fronteras involucradas.
En los últimos años,
el comercio internacional ha sido testigo de un aumento en las tensiones entre
grandes economías, especialmente entre Estados Unidos y China. Estas disputas
han dado lugar a una guerra comercial global caracterizada por la imposición de
aranceles y restricciones que han afectado gravemente a las cadenas de
suministro y al comercio mundial.
El 6 de julio de 2018
marcó un hito en este conflicto, cuando Estados Unidos impuso un arancel del 25
% sobre importaciones chinas valoradas en 34.000 millones de dólares (BBC News,
2018). Aunque en los años siguientes se produjeron intentos de negociación,
para 2025 el conflicto se intensificó nuevamente, incrementando la
incertidumbre económica a nivel global.
Ecuador, aunque no es
actor directo en estas disputas, ha sufrido consecuencias indirectas que
afectan sus sectores productivos. La caída de los precios internacionales, la
competencia desleal y la desaceleración del comercio global han impactado a los
exportadores ecuatorianos, especialmente en productos como banano, cacao,
camarón y flores.
En el ámbito de la
exportación, los productos ecuatorianos pueden verse afectados por cambios en
la demanda de materias primas. No obstante, esta situación también puede abrir
nuevas oportunidades en mercados alternativos, modificando el impacto de aranceles
impuestos por economías como la de Estados Unidos. La transformación de
materias primas en productos con valor agregado en los países de destino
permite su reventa directa, generando nuevas dinámicas comerciales.
Frente a este
escenario, Ecuador debe adoptar una estrategia proactiva que incluya la
búsqueda de nuevos aliados comerciales y la negociación de tratados de libre
comercio. Estas acciones permitirán no solo diversificar los destinos de
exportación, sino también impulsar la innovación y el desarrollo de productos
más competitivos, mediante el uso de tecnología.
Este enfoque es
esencial para mejorar la competitividad del país y proteger los sectores más
sensibles de la economía, como el agrícola, pesquero y textil. La inversión en
innovación y tecnología, sumada a políticas comerciales inteligentes,
fortalecerá la capacidad del país para enfrentar los desafíos de un entorno
económico global cambiante.