martes, 23 de agosto de 2022

DESPUÉS DE LA TORMENTA QUÉ PODEMOS APRENDER PARA RESISTIR EL CAMBIO CLIMÁTICO

05:25

 




La montañosa isla colombiana de Providencia, que se encuentra a medio camino en la extensión del mar Caribe entre Costa Rica y Jamaica, alberga asombrosos colores de mar, exuberantes paisajes submarinos, extensos manglares e incluso el bosque seco tropical.

La diversidad de los ecosistemas marinos y las maravillas naturales que la rodean, entre las que se incluye una de las mayores barreras de arrecifes de coral del mundo, que sustenta una asombrosa variedad de vida marina, y el espectáculo que ofrecen miles de cangrejos negros todos los años cuando descienden de las montañas para desovar en el mar, han hecho que sea declarada parte de la Reserva de la Biosfera Seaflower de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Sin embargo, como todas las islas del mundo, los tesoros naturales únicos de Providencia están muy amenazados por el cambio climático y la subida del nivel del mar, amenazas que no son predicciones que se vislumbran en el horizonte, sino hechos terribles que ya afectan a todas las facetas de su vida.

Sus 6000 habitantes nunca olvidarán la noche del 16 de noviembre, cuando Iota, el último y más fuerte huracán de la temporada de tormentas del Atlántico de 2020 -considerado entonces de categoría 5*-, diezmó su querida tierra. 

"Lo que fue más impactante es el sonido. La gente dice que ese huracán vino con el diablo porque el sonido era muy muy raro y miedoso", recuerda Marcela Cano, bióloga y residente desde hace mucho tiempo, que ha hecho de la preservación de los tesoros ambientales de Providencia el trabajo de su vida.

Ruta seguida en 2020 por el huracán Iota a través del Caribe.
ONU Noticias/Laura Quinones
Ruta seguida en 2020 por el huracán Iota a través del Caribe.

Resistir un huracán

Esa noche, pasó horas luchando por sobrevivir a la tormenta.

Estaba en su casa durmiendo, cuando alrededor de la medianoche, comenzó a escuchar ruidos extraños. Resultaron ser ráfagas de viento de más de 250 kilómetros por hora que atravesaban la isla.

Al poco tiempo se perdió la electricidad y las comunicaciones.

"Yo vi que los bombillos como que se habían subido. Entonces me di cuenta de que era que el techo se había volado", recuerda ahora Cano, añadiendo que minutos después oyó dos fuertes golpes en su habitación y vio que el agua caía por las paredes.

Su reacción inmediata fue salir de la casa, una decisión que, mirando hacia atrás, fue definitivamente la mejor, dice, porque no sólo el techo sino la mayoría de las paredes se derrumbaron en la oscuridad bajo la fuerza de las fuertes lluvias y el viento.

"Yo me salí. El viento casi no me dejó abrir la puerta. Inicialmente me hice apenas afuera de la casa, pero me daba miedo que se cayeran las paredes, entonces llegué a la mula (carrito de golf motorizado) y me senté ahí empapada".

Pasó más de 10 horas sentada en su carrito de golf esperando que la pared de al lado y un gran pino aguantaran.

"Me daba mucho miedo que se cayera ese pino, entonces yo tenía una linternita y cada vez que venían las ráfagas lo alumbraba"

Fue la noche más larga que Providencia había vivido. E, incluso, después del amanecer, el huracán apenas dejaba pasar la luz.

“Yo miraba el reloj y no pasaba el tiempo. Yo solamente pensaba ‘Dios mío, Dios mío, por favor para ya es suficiente. Fue algo eterno. Como a las 11:00 de la mañana ya aminoró, pero seguía lloviendo un mundo”, recuerda.

Fue entonces, cuando vio que sus vecinos le llamaban. Se armó de valor para subir la pequeña colina llena de escombros hacia ellos y se dio cuenta de que su casa también se había perdido.

Pero para Marcela, la pérdida estaba a punto de ser aún mayor y más dolorosa.

La casa de Marcela Cano quedó completamente destruida por el huracán.
Archivo personal
La casa de Marcela Cano quedó completamente destruida por el huracán.

Una vida protegiendo la naturaleza

Cano es la directora del Parque Nacional Natural Old Providence McBean Lagoon, un lugar protegido único y de gran importancia tanto para la isla y como para Reserva de la Biosfera de la UNESCO Seaflower.  Lleva más de 30 años trabajando para protegerlo y, junto con su equipo, ha sido pionera en la restauración del ecosistema y el ecoturismo.

“Yo miré alrededor y toda la vegetación ya no existía, todo estaba negro como quemado, los árboles sin hojas y el mar lo veía altísimo, había subido mucho. También podía ver la isla de Santa Catalina desde ahí, y lo destruida que estaba, antes eso no era posible”, recuerda, y asegura a Noticias ONU que cada vez que cuenta esta historia apenas puede contener las lágrimas.

Al llegar la nueva noche, se refugió con 10 familias bajo una cornisa de hormigón que no había cedido ni un milímetro a los vientos y la lluvia. En realidad, era el segundo piso de una casa en construcción.

“Medio hicimos ahí un cambuche (lugar improvisado con cartón, papel y otros materiales que se utiliza para dormir), cerramos las ventanas con unas tejas que nos encontramos, hicimos ahí una cama franca. Era pleno COVID-19 pero que tapabocas, no podíamos pensar en eso en ese momento”, dice Cano.

Seguía lloviendo y la isla llevaba más de ocho horas sin comunicación. Toda Colombia continental se preguntó durante casi un día si Providencia había sobrevivido al huracán Iota o no.

En los días siguientes, mientras llegaba la ayuda, otros lugareños describieron cómo la gente caminaba como zombis en busca de comida y refugio. Milagrosamente, sólo cuatro personas perdieron la vida esa noche, pero más del 98% de la infraestructura de la isla quedó destruida y 6000 personas se quedaron sin hogar.

“Me fui caminando donde una familia para preguntar sobre el personal del parque y afortunadamente todos estábamos bien, pero la oficina, la biblioteca y todos los equipos y la información que teníamos se perdieron”.

El cayo del cangrejo en junio de 2022 (a la derecha) después del paso del huracán Iota.
ONU Noticias/Laura Quiñones/PNN Colom
El cayo del cangrejo en junio de 2022 (a la derecha) después del paso del huracán Iota.

Una tragedia medioambiental

Tiempo después, tras pasar un tiempo con su familia en Bogotá, Cano pudo regresar a Providencia y trabajar en la recolección de artículos domésticos y de primera necesidad para algunas familias afectadas por la tormenta.

Fue entonces cuando pudo evaluar los daños ambientales del Parque Nacional. “Casi toda mi vida he estado aquí en Providencia, y después de todo el esfuerzo que se había hecho para mantener el Parque, mirar que todo lo que hicimos, que todo el esfuerzo de conservación se había ido de un día para otro, fue muy triste”.

Según la institución Parques Nacionales Naturales de Colombia, alrededor del 90% de los manglares y bosques del Parque se vieron afectados, así como los arrecifes de coral en aguas poco profundas, muchos de los cuales habían estado en viveros como parte de un esfuerzo de restauración en curso. 

Hemos venido sembrando para recuperar la vegetación y las formaciones salinas. Después del huracán, y con ayuda de las autoridades ambientales se hizo todo un rescate de colonias de corales someros que se habían volteado”, Cano explica mientras observa lo que queda del muelle de Crab-Cay, que fue la atracción más visitada de Providencia.

La pequeña isla se eleva brusca y dramáticamente frente a la costa, rodeada de aguas turquesas. Los turistas solían subir a la cima para obtener vistas de 360 grados del parque. Ahora se está construyendo un nuevo mirador y un muelle, y ha empezado a brotar algo de vegetación plantada el año pasado.

"¿Esto estaba aquí antes del huracán?", pregunta a su equipo, señalando unos restos metálicos cubiertos de algas.

Marcela Cano se encuentra sobre los restos del muelle que una vez estuvo sobre Crab Cay, en el Parque Nacional de la Laguna McBean.
ONU Noticias/Laura Quinones
Marcela Cano se encuentra sobre los restos del muelle que una vez estuvo sobre Crab Cay, en el Parque Nacional de la Laguna McBean.

 FUENTE . ONU

 

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