La historia política ha marcado una serie de eventos donde
el hombre distinguido como mandatario, preocupado por el bienestar de sus semejantes
ha tenido que dar un giro de timón a la política de su país para salvarlo del
despeñadero.
Las sabatinas consiguieron su efecto para la anterior
administración, pero a un alto costo, se alienó a la sociedad, aparecieron fieles,
fanáticos y hasta cibernautas adherente a la revolución, quizás esa macro
publicidad estatal provocó la reacción opuesta de la mitad de los ecuatorianos,
que no creían en el presidente anterior, por su forma de ser y por defender a
sus revolucionarios a sabiendas que iban a ser enjuiciados por actos dolosos.
En nuestro país lo que los revolucionarios llaman proceso no
se cumple por errores internos y la ambición desmedida, la resultante; los
mismos de siempre en estos 10 años llegaron a la cima y las bases siguieron en
crisis, su esperanza es el mañana que nunca llega.
El presente de Ecuador es Lenín Moreno, con su cultura, su
ego decantado y el virtuosismo de amalgamar, mostrando una manera de dirigir
diferente, conciliadora, sin descuidar las otras áreas, y va rápido, como si un
grupo de asesores conocedores de nuestra interculturalidad le allanara el
camino.
Así, surge la Impronta de Lenín Moreno despachando para su
pueblo, y obviando odios de los revolucionarios recalcitrantes, el epílogo ya
lo conocemos, los que mandan en la 35, ya no mandarán en este gobierno.
El próximo viaje del anterior presidente al exterior dejará
huérfanos a los asambleístas, no sorprenderá que en Enero 2018, las alianzas
fluyan y los puros revolucionarios se convertirían en minoría.
Si eso sucede por el bien del país, bienvenido sea.
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