Por décadas se ha observado
la ruta de las autoridades seccionales, lidiar con un presupuesto y tratar de
que el mismo alcance para satisfacer a medias las necesidades de la mayoría de
habitantes de los cantones Salinas, La Libertad y Santa Elena, en un proceso
sinfín porque la realidad es dramática y lacerante, soportada por el peninsular
en una actitud endógena en sus vicisitudes y adversidades que no puede
descuidarse porque tarde o temprano explotará como un estallido social difícil
de controlar.
La mayoría de los habitantes de la provincia de Santa Elena
se enseñaron con facilidad a la publicitada obra pública del gobierno de Rafael
Correa, que pensaron que esto no lo paraba nadie, y que el Mesías nos convertiría
pronto en una provincia de gran desarrollo agroindustrial, turística y más, sin
embargo, ha acabado ese gobierno y el beneficio esperado no llegó.
Lo que es más, obras gubernamentales no se adaptaron a la
realidad de la provincia, una de ellos el subutilizado aeropuerto de Salinas, da
la impresión que nuestras autoridades seccionales tienen una visión limitada
contraria a la gubernamental que afecta nuestro progreso, o será que la
personalidad del presidente saliente no generó diálogos, sino imposiciones.
Con los parámetros y las estadísticas del INEC la provincia de
Santa Elena no tiene otra opción que el progreso en todos los ámbitos.
Es hora que ciudadanía y políticos interpreten esta realidad
no como una vergüenza, sino como la necesidad de cambiar esa falta de visión,
anteponiendo peros, ante ideas de cambios.
Si bien los líderes de los Gads seccionales imponen la ruta
a seguir, no deben negarse ante la presentación de ideas nuevas que generarán
evolución y mejores ingresos para el peninsular.
Esa especie de quememportismo, dejadez, que se observa en la
provincia de Santa Elena por la irresolución de los problemas más acuciantes
que sufrimos los habitantes de esta región, debe acabar.