lunes, 25 de agosto de 2025

Juventud e inestabilidad emocional: desafíos de ser joven en un país en crisis

11:44

 



Mgtr. Katherine Alcívar P., Psic. Docente de Psicología Clínica UIDE Guayaquil

Al hablar de juventud viene a nuestra mente esa etapa fugaz llena de experiencias que construyen la autonomía; compartir con amigos, ir a la universidad, el primer trabajo, conocer la ciudad, viajes, entre otras actividades desde la libertad de ser mayores. Sin embargo, en la actualidad, todas estas experiencias se convierten en desafíos. Las crisis por las que actualmente transita nuestro país a nivel económico, de seguridad, educativo y de salud limitan la posibilidad a los jóvenes de imaginar y construir su proyecto de vida.

Ser joven en el Ecuador implica convivir con el miedo y la incertidumbre. La violencia estructural se ha naturalizado, la inseguridad limita la movilidad, y los altos índices de desempleo impiden el desarrollo personal. A esto se suma una profunda crisis en la salud mental, según la Encuesta Nacional de Salud y Bienestar Mental 2023 del INEC, el 43,2% de los jóvenes entre 18 y 29 años reportó haber sentido tristeza o desesperanza. No es solo un dato; es un grito silenciado.

La juventud pasó de ser la esperanza del futuro a ser quienes cargan el peso del presente. No se trata de patologizar sus reacciones, sino de comprenderlas desde la empatía y la justicia social. La inestabilidad emocional de los jóvenes no es debilidad: es una respuesta lógica y esperada frente a un contexto que les exige mucho y les ofrece poco.

Sabemos que las políticas públicas son clave, pero también hay un compromiso ineludible desde lo cotidiano. Como familias, comunidades y espacios educativos, necesitamos practicar la escucha activa, generar vínculos de confianza, y dejar de minimizar lo que los jóvenes sienten. Crear entornos donde puedan expresar sus emociones sin temor al juicio o al castigo es ya un acto de reparación. Acompañar a la juventud no es resolver por ellos, sino caminar a su lado, reconociendo sus luchas y valorando su voz. La salud mental también se construye con presencia, con afecto y con coherencia.

Como sociedad, es importante que nos preguntemos ¿qué estamos haciendo para cuidar a quienes sostendrán el mañana? Escucharlos, garantizar espacios seguros y promover políticas públicas que fortalezcan su bienestar emocional ya no es una opción, es una urgencia ética.

 

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