martes, 26 de agosto de 2025

El impacto psicológico del scroll infinito en la juventud

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Psic. Katherina Lazo. Directora de la Escuela de Psicología Clínica UIDE Guayaquil

Hace aproximadamente 28 años surgió la primera red social en el mundo y al poco tiempo vinieron muchas más. Su propósito era permitir crear perfiles personales y conectarse con un grupo de amigos que en la actualidad puede expandirse infinitamente. El ser humano con su naturaleza intrínseca de buscar vínculos sociales adoptó rápidamente estas plataformas para distraerse, conectar y pertenecer. Sin embargo, ¿hasta qué punto este beneficio de la conexión virtual impacta nuestra vida diaria?, ¿necesitamos realmente pertenecer a una variedad tan grande de grupos sociales?, ¿es esto una distracción genuina o una especie de somnífero que nos impide disfrutar de las otras maravillas de este mundo?

 

Desde la perspectiva del desarrollo humano, la adolescencia es una etapa de transición en la que se busca explorar y consolidar la identidad. Para este proceso, es crucial pertenecer a un grupo social que sea afín a los intereses personales. Además, la neurociencia nos dice que esta etapa está provista de grandes desafíos diarios que implican un constante ensayo y error debido a la inmadurez del lóbulo frontal, región cerebral responsable de la toma de decisiones. En tal sentido, la presencia y específicamente el atractivo de las redes sociales puede convertirse en un espacio de riesgo interfiriendo con el proceso regular del desarrollo socio emocional y la maduración cerebral.

 

En el proceso de desarrollo cerebral nuestros sentidos captan estímulos externos que viajan al cerebro para generar una respuesta (acción/conducta): Por ejemplo, un “me gusta” en una red social activa el sistema de recompensa liberando dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la motivación. Este estímulo visual, al ser una señal de reconocimiento social produce sensaciones de bienestar, agrado y satisfacción. El cerebro, al querer repetir esta sensación agradable nos impulsa a volver a mirar el dispositivo y a la red social. Este ciclo adictivo se repite con cada nuevo estímulo visual, ya sean videos divertidos, fotos de amigos, recomendaciones de influencers o incluso con noticias desagradables, pero virales. Cada interacción refuerza el circuito de recompensa, manteniendo al cerebro enganchado y dificultando que pueda detenerse. Y desconectarse.

 

Para un análisis más profundo, la acción biológica para este momento de gratificación visual se produce al mover los dedos para hacer scroll en la pantalla, un movimiento muscular con el cual se desplaza el contenido que aún no está a la vista en la pantalla para buscar lo que más nos agrada.  El riesgo surge cuando este ciclo se convierte en un scroll infinito. Es similar al efecto de las máquinas tragamonedas, el contenido impredecible genera una constante expectativa de gratificación. Esto lleva a una búsqueda incesante de algo que nos satisfaga, aunque el placer sea efímero. Por miedo a perderse algo importante o por la simple necesidad de evadir emociones, muchos jóvenes usan esta herramienta de forma inconsciente, lo que puede dificultar el desarrollo de habilidades de afrontamiento. El resultado, aislamiento social, una paradoja un tanto irónica al estar conectado a una “red social”.

 

El scroll infinito promueve un consumo pasivo de contenido de redes, reduciendo la capacidad crítica y fomentando la procrastinación. Esto genera en el cerebro patrones adictivos y compulsivos que disminuyen los tiempos de atención, ya que el joven querrá cada vez ver más contenido, pero de forma superficial y rápida.  Al final, las redes sociales se convierten en el principal espacio de validación, pertenencia y expresión personal, lo que puede afectar el desarrollo emocional del joven. Esto puede manifestarse con ansiedad, dependencia, aislamiento y baja autoestima. Por eso la psicología propone algunas estrategias de prevención e intervención para abordar y mitigar estos problemas.

 

Las recomendaciones básicas promueven el uso consciente de los dispositivos y plataformas. Esto implica ayudar a los jóvenes a limitar su tiempo en redes sociales y a identificar cómo se sienten y actúan al usarlas y al desconectarse. Es crucial también, diseñar estrategias familiares que fomenten interacciones más significativas y presenciales, no solo virtuales.

 

Sin embargo, la principal recomendación se dirige a los adultos que acompañan el proceso de desarrollo de los adolescentes. Es común encontrar adultos que también están atrapados en la búsqueda constante de aislamiento y distensión. Por ello, debemos reflexionar sobre nuestro propio tiempo de exposición en redes para, con el ejemplo, detener, reestablecer y regular nuestras acciones hacia una vida más saludable mental y emocionalmente en nuestro hogar. Al final, es más beneficioso generar dopamina con actividades físicas donde se activen todos los músculos del cuerpo, en lugar de solo los dedos de la mano.

 

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