Ramiro Aguilar Torres
Allá por el siglo XVII, Gabriel Naudé refería un hecho muy peculiar: “Safón hijo
del gran comandante cartaginés Asdrúbal alimentó a un montón de urracas,
mirlos, cuervos, loros y otros pájaros parecidos y tras haberles enseñado a
pronunciar estas palabras: “Safón es un dios”, los puso en libertad con el
propósito de que quienes oyeran estos testimonios tan fuera de lo común acerca
de su divinidad, fueran llevados a admitirla más fácilmente”.
En estos días hemos visto como el gobierno de
Guillermo Lasso Mendoza ha emprendido una campaña en medios y redes donde ex
presentadoras de televisión, opinólogos, analistas, abogados, algunos
entusiastas del protagonismo y otras especies de pájaros similares, repiten sin
parar que el juicio político contra Lasso es un golpe de Estado. Igual que los pájaros de Safón en el siglo V
AC, el propósito es repetir la cantaleta para convencer a los más incautos. No
obstante, hay que precisar, claramente, que no hay punto de comparación entre
la sustanciación de un juicio político y un golpe de Estado, aunque los pájaros
parlantes de Lasso, repitan lo contrario.
Los pájaros de Lasso hablan de la legitimidad de
origen del presidente; y de la inexorabilidad de su mandato por cuatro años. La
primera afirmación es parcial y la segunda una falacia completa. Si bien es
cierto que el origen del presidente es el sufragio universal, directo y secreto
de los ciudadanos y ciudadanas, esto solamente es parte de su legitimidad; pues
la otra parte nace del cumplimiento estricto de la Constitución y la ley. Por
otra parte, el artículo 144 de la Constitución dice que el período del
presidente dura cuatro años; pero sus funciones pueden cesar (Art. 145) por
destitución; y la destitución, como todos sabemos, puede darse como
consecuencia de un juicio político al haber cometido delitos contra la
seguridad del Estado, delitos de corrupción (cohecho, peculado, concusión,
enriquecimiento ilícito); y/o delitos de lesa humanidad. La Constitución dice
expresamente que no se necesitará juicio penal previo sino dictamen favorable
de la Corte Constitucional para iniciar el juicio político.
Como se puede ver, nada hay más lejano en la
Democracia que la inexorabilidad del mandato presidencial si el presidente
incurre en faltas gravísimas.
Además de su incompetencia, su abulia, su
carácter mendaz y su ausencia de gobernanza, Lasso se hizo el loco con los
negocios de su cuñado Danilo Carrera, quien ordeñó a las empresas públicas
mediante intermediarios que cometieron el peculado más grosero. El voraz Danilo
Carrera también hizo negocios con la mafia albanesa y el presidente lo sabía;
no obstante, no hizo nada para impedir que ocurriera. Todo lo contrario, todo
parece indicar que se dio modos para que dos generales de la Policía ocultaran
y bloquearan una investigación llevada a cabo por la Fiscalía.
Diego Ordóñez afirma que el presidente sabía de
las andanzas de su cuñado con la mafia albanesa. Hay audios de dos generales
diciendo que el presidente estaba metido en la sopa albanesa; y las personas
vinculadas al Banco Guayaquil que después fueron funcionarios del gobierno de
Lasso, ahora están prófugos por peculado. No me digan que faltan pruebas para
un juicio político por corrupción porque las que hay son suficientes para
destituir sin atenuantes a Guillermo Lasso.
Que la cosa va demorada, cierto es. Hay que
cumplir con los cánones constitucionales y destituir a Lasso guardando todas
las formas porque en la OEA está el malviviente de Almagro que luego gritará
sin pudor: golpe de Estado en Ecuador.
Por suerte los pájaros de Lasso se enfrentan al
viento de la realidad. El gobierno de Lasso fue revocado de hecho el 5 de
febrero del 2023 cuando perdió la consulta popular. Todas las encuestas afirman
que el 80 % de los ecuatorianos y ecuatorianas repudian al presidente y desean
la destitución y anticipo de elecciones. Ese viento de realidad nos trae la
sensación de vacío de poder. Un gobierno revocado en las urnas ya no manda a
nadie ni le acatan nada. Ese vacío de poder y la corrupción brutal de la
policía hace también que el Ecuador viva una guerra urbana sin precedentes en
nuestra historia. Cada día los muertos aumentan la estadística de violencia en
un país sin gobierno ni ley. Un país que, ante el vacío de autoridad, ha cedido
la gobernanza de las calles a las organizaciones criminales.
La Corte Constitucional debería actuar
prontamente y dar admisibilidad al juicio político para que la Asamblea
destituya a Lasso sin demora. Cada día hay más hambre, más muertos, más
violencia y desesperanza.
Otro pájaro de Lasso es Fernando Villavicencio
quien preside la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional.
Villavicencio debe excusarse de presidirla o ser recusado durante el juicio
político a su patrón. Villavicencio no tiene las credenciales para seguir
presidiendo una comisión legislativa. Durante sus treinta y seis visitas a
Carondelet se ha comportado como el correveidile del presidente, como su bedel,
y no como legislador.
Por el bien del país esto debe acabar bien y
rápido.
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