Víctor CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
Hoy más que nunca necesitamos sentirnos acompañados. Lo
prioritario radica en cultivar el presente, activando los vínculos de la
familia para desterrar y destronar de nuestro interior cualquier estado
depresivo o de ansiedad, ante un
abandono social, que suele estar ligado a un futuro profesional incierto, de
inseguridad y conflictos interesados, verdaderamente destructivos. La situación
no es fácil para nadie, cada amanecer son más los hogares destrozados, los
hijos desarraigados, adolescentes y jóvenes perdidos y sin reglas, los niños carentes
de padres existentes y los ancianos desatendidos. Ciertamente, a poco que nos
adentremos en la realidad, veremos en nuestro propio entorno, gobernado por el
maldito don Dinero que todo lo divide y fragmenta, multitud de contiendas
absurdas, de situaciones violentas que nos dejan una riada de resentimientos,
odios y venganzas, de difícil curación. Únicamente la pujanza de los linajes
responsables, desde su capacidad de entrega y generosidad, pueden modificar
esta crueldad que se ha injertado entre nosotros; y que, en ocasiones, supera
el propio estado salvaje. De ahí, lo importante que es enseñar a amar para
poder relacionarnos y convivir. Sin duda, nos falta esa capacidad de donación
sincera para que podamos crecer en lo auténtico, despojados de este aluvión de
falsedades, que nos trituran el propio pulso.
Es inquietante el derrumbe de lo
verídico, la opción de los egoísmos que vierten algunos poderes que todo lo
pervierten y corrompen, el afán ideológico de gentes sin escrúpulos, la nula
educación en valores de los sistemas educativos. Sabemos que las circunstancias
no son fáciles en ninguna parte del mundo, que requerimos de una creatividad más
lúcida y comprensiva que impregne de vida toda existencia humana, pero esta
acción transformadora parte de uno mismo, de la importancia de cultivar el amor
verdadero entre análogos como principio de nuestros andares por aquí abajo. Lo
que no es de recibo es caminar endiosado, como si la vida fuese de uno solo,
cuando realmente es para vivirla en comunidad, para poder crecerse humanamente
desde lo diverso, incluidos los liderazgos femeninos también. Está visto que
los países con mayor número de mujeres líderes políticas tienden a prestar
mayor atención a cuestiones como la salud, la enseñanza, las infraestructuras y
el fin de cualquier tipo de violencia. Al fin y al cabo, no es cuestión de
género, sino de unión y de unidad, de reunirnos para buscar la mejor
orientación y dar un paso al frente. Lo significativo radica en sobreponernos
de estas inhumanas atmósferas y de las consecuencias que todo este ambiente
nefasto viene originando en el astro y en sus moradores.
Lo que no pueden continuar entre
nosotros son esos universalizados aires antisociales, que lo único que generan
es amargura y desconfianza. Tal vez tengamos que ser un poco más comprensivos,
para poder aceptar al otro como parte de este caminar, siempre en actitud de
servicio, y también cuando actúa de un modo distinto al nuestro, robusteciendo
nuestra nobleza, que es lo que en verdad suele allanarnos el camino, para la
reconstrucción de horizontes truncados, lo que se requiere de la reconciliación
de los pueblos afectados y el establecimiento de un sistema de justicia sólido,
con órganos especiales para investigar y procesar los crímenes cometidos por
las organizaciones terroristas, convirtiendo el planeta en un verdadero
calvario. Debiéramos saber, por nuestra propia historia biográfica, que sólo el
auténtico afecto vence la injustica. El espíritu armónico es una necesidad,
porque este orbe no navega en quietud, sino en un sinfín de incertidumbres y
guerras que nos dejan sin verbo. Necesitamos, pues, ese nervio amoroso para
decir si al reencuentro entre culturas, igualmente para hacer familia y rehacer
vidas perdidas. Otro de los grandes retos, en consecuencia, será derribar los
muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo sincero y del abrazo
continuo, para que triunfen el aprecio y la amistad.