Cuántas veces ciudadanos ecuatorianos han creído que con las
decisiones del nuevo presidente, el gobierno entrante al fin va a controlar la
corrupción, los culpables serán condenados,
devolverán los fondos que servirán para
obras sociales de esos creídos ciudadanos
Lo han dicho casi todos los presidentes al posesionarse del
cargo desde que entramos en la etapa democrática a finales de la década del 70 del
siglo pasado. De retórica y buenas intenciones no pasamos, una vez
posesionados, casi nada sucede, más vale al poco tiempo los gobiernos actuantes
caen en la misma tentación, usufructuar del cargo, sin ningún escrúpulo.
Los presidentes nombran sus ministros y demás funcionarios
para que administren con honestidad las entidades o las instituciones
estatales, al poco tiempo, aparecen casos de corrupción de toda índole,
sorprendentemente ninguno de los llamados peces gordos son condenados.
En los últimos años la magnitud de los contratos ha crecido
exponencialmente por el agrandamiento del estado, y los valores que manejan por
comisión, coima u otro concepto son exorbitantes, un solo contrato cambia la
vida de un funcionario.
Suponemos que el país debe seguir creciendo, por lo tanto
esas cantidades millonarias que manejan los ministros y funcionarios estatales
no va a disminuir, eso hace dudar al ciudadano común, de que la corrupción
acabe, quizás por eso el presidente Lenín Moreno, recalcó a sus ministros lo
que no deben hacer.
El fiscal actual esté actuando con celeridad, contrario al
anterior que había perdido credibilidad, algunas de sus expresiones parecían burla a la
inteligencia de los ecuatorianos.
Como siempre los políticos cierran filas y van por el mal
menor, la mayoría gobiernista hace gala de su poder, ante tanta información de posibles actos de corrupción mencionados
por la Contraloría, se cortaría de un tajo estos abundantes datos, destituyendo
al Contralor que ya estaba cuestionado, que si no cree en el sistema no aparecerá
y dará trámite a su eliminación del cargo. Así probablemente su condena será
menor y cuando baje la tormenta hasta reclamará al estado por esa
injusticia en el futuro.
Controlando a la autoridad que informa sobre
irregularidades, los peces gordos
imaginan la situación más fácil de resolver.
Este bullado caso bajará su ritmo y todo intento de
buscar a los verdaderos culpables será una quimera.