Jorge Izaguirre. Business School
En Ecuador, apenas el
6 % de los residuos generados son reciclados, según datos reportados por Switch
to Green (2023). Esta cifra resulta alarmante si se considera el enorme
potencial que tiene el país para aprovechar materiales, reducir la presión
sobre sus ecosistemas y, al mismo tiempo, generar oportunidades de negocio. La
baja tasa de reciclaje no solo refleja un reto ambiental, sino que también
constituye una oportunidad económica para las empresas ecuatorianas que decidan
apostar por la economía circular como modelo de desarrollo sostenible.
La economía circular
plantea una lógica distinta al modelo de producción tradicional que consume y
desecha, ya que propone reducir, reutilizar y reciclar los recursos,
extendiendo la vida útil de los materiales. Este cambio de paradigma es una
necesidad inmediata para un país como Ecuador, cuya economía depende en gran
medida de recursos naturales.
En los últimos dos
años se han evidenciado avances concretos que demuestran cómo este modelo
empieza a ser una realidad en el país. En el 2024 el Ministerio de Ambiente
presentó la Estrategia Nacional de Economía Circular Inclusiva (ENECI),
enfocada en sectores clave como la construcción, la pesca y las tecnologías de
la información, con el fin de promover la innovación, la trazabilidad y las
compras públicas circulares. Asimismo, se han fortalecido iniciativas locales
que reflejan la capacidad de organización del sector privado y de la sociedad
civil.
En Santo Domingo,
desde 2022, la Red Empresarial de Economía Circular agrupa a 22 compañías que
han logrado reducir costos y generar nuevos modelos de negocio al reutilizar
materiales y aprovechar residuos como insumos productivos. Estos ejemplos
evidencian que la transición no depende únicamente de grandes corporaciones,
sino también de las MIPYMEs que representan más del 90% de las empresas
ecuatorianas y generan alrededor del 60 % del empleo en el país. Resulta
esencial también destacar el rol de los recicladores y de la economía popular y
solidaria.
Las razones para que
las empresas adopten este modelo son múltiples. En primer lugar, la
circularidad permite reducir costos al reutilizar materiales, lo que disminuye
la dependencia de insumos importados y la exposición a la volatilidad de
precios internacionales. En segundo lugar, abre puertas a mercados más
exigentes en términos de sostenibilidad, lo que representa una ventaja
competitiva frente a consumidores y socios comerciales que valoran la
responsabilidad ambiental. En tercer lugar, fomenta la inclusión social al
dignificar el trabajo de recicladores y pequeños productores, generando
condiciones más equitativas y aportando a la cohesión social. Finalmente, la
economía circular incrementa la resiliencia empresarial al diversificar
procesos y modelos productivos que se adaptan mejor a los cambios del entorno.
La economía circular
ya no es una propuesta lejana, sino una alternativa real que avanza en Ecuador
gracias al impulso de políticas públicas, proyectos empresariales y
organizaciones sociales. Sin embargo, la cifra inicial de apenas un 6 % de
reciclaje recuerda que el camino todavía es largo y requiere del compromiso
conjunto de empresas, Estado y ciudadanía. Apostar por este modelo no es solo
una decisión ambiental, sino también económica y social, pues asegura
competitividad, innovación y sostenibilidad a largo plazo. Por ello, es momento
de que las empresas ecuatorianas integren la circularidad como parte esencial
de su gestión y de su estrategia de crecimiento, contribuyendo de manera activa
a un futuro más sostenible y equitativo para el país.