Jorge Izaguirre. Business School
En 2025, el mercado de
criptomonedas en Ecuador se proyecta alcanzar los US$102.5 millones en
ingresos, con un crecimiento anual compuesto del 9.14% hasta 2029, según
estimaciones de la página web Statista. Esta cifra no solo refleja el auge
global de los activos digitales, sino que subraya cómo, en una economía
dolarizada, las criptomonedas están emergiendo como una fuerza transformadora,
atrayendo a inversores, emprendedores y hasta migrantes que utilizan estos
activos para el envío de remesas, pese a no ser moneda de curso legal.
Las criptomonedas,
como Bitcoin, Ethereum y stablecoins, han ganado terreno en Ecuador desde la
década pasada, impulsadas por la volatilidad del sistema financiero tradicional
y la búsqueda de alternativas. En un país donde un alto porcentaje de la
población adulta carece de acceso a servicios bancarios formales, según datos
del Banco Mundial, estos activos digitales ofrecen una vía para la inclusión
financiera.
Ecuador, debido a ser
un país sin moneda propia, enfrenta desafíos como la dependencia de remesas
—que se proyectan en US$6.500 millones para 2025, según el Banco Central del
Ecuador (BCE)— y la fluctuación de precios de commodities como el petróleo y el
banano. Aquí, las criptomonedas actúan como un puente, permitiendo
transacciones rápidas y de bajo costo sin intermediarios bancarios, aunque su
adopción debe evaluarse con cautela, considerando tanto las ventajas como los
riesgos asociados.
El rol de las
criptomonedas en la economía ecuatoriana se manifiesta en varios frentes, con
un énfasis particular en las remesas como oportunidad clave. Con más de un
millón de ecuatorianos viviendo en el exterior, principalmente en Estados
Unidos y España, el envío de dinero a casa es crucial, representando alrededor
del 4.5% del PIB en años recientes. Plataformas de criptomonedas permiten
transferencias instantáneas con comisiones inferiores al 2%, comparadas con el
6-8% de servicios tradicionales como Western Union. Esto no solo ahorra dinero
a las familias, sino que inyecta liquidez directa a la economía local,
potenciando el consumo y la inversión en sectores vulnerables.
Además de las remesas,
las criptomonedas impulsan la innovación tecnológica, como en la trazabilidad
de productos agrícolas para exportación, y atraen inversores en sectores como
el turismo y bienes raíces. Eventos locales y comunidades demuestran un
ecosistema en crecimiento, aunque operando en un limbo regulatorio donde el BCE
aclara que no tiene facultades para sancionar, pero enfatiza que no son moneda
legal.
No obstante, las
oportunidades vienen acompañadas de riesgos significativos que podrían
desestabilizar la economía si no se gestionan adecuadamente. La volatilidad es
primordial: Bitcoin, que alcanzó un máximo histórico de US$100.000 en mayo de
2025, ha experimentado caídas drásticas, potencialmente exacerbando
desigualdades en un país con desempleo juvenil del 15%. Los desafíos
regulatorios son aún más críticos; en Ecuador persiste un vacío normativo al
respecto de las criptomonedas que genera incertidumbre, exponiendo al sistema a
lavado de dinero y actividades ilícitas. Estudios destacan esta falta de
supervisión, complicada por la anonimidad de las transacciones, que amplifica
preocupaciones en un país con desafíos en control de narcotráfico. Percepciones
sociales divididas y la ausencia de marcos claros para protección al consumidor
complican la adopción, con riesgos de pérdidas financieras masivas para
usuarios inexpertos.