Oana María Matei, Gerente General de Roche Ecuador
El valor de invertir en salud va más allá de los
presupuestos fiscales, su impacto trasciende a los ámbitos social y productivo
de un país. Tener una política de inversión sostenida y orientada a la
innovación, mejora no solo la calidad de vida de las personas, sino también
impulsa la productividad, reduce desigualdades y contribuye al desarrollo
sostenible de toda la sociedad.
“Siempre he visto la innovación médica como un
puente: entre la ciencia y la esperanza, entre un diagnóstico y una nueva
oportunidad de vida. En Roche Ecuador tengo el privilegio de liderar un equipo
profundamente comprometido con ese propósito. Innovar no es solo descubrir
nuevas terapias, sino aliviar cargas, mejorar la calidad de vida, cambiar
pronósticos y fortalecer de forma sostenible nuestros sistemas de salud. Cuando
la innovación llega a tiempo, cambia todo. Y cuando llega con propósito, se
transforma para siempre”, señala
Oana Maria Matei, Gerente General de Roche Ecuador.
En este contexto, es primordial reflexionar
sobre las oportunidades que tiene Ecuador para potenciar su desarrollo mediante
una inversión e innovación estratégica en salud.
Sobre el impacto positivo de la inversión en salud:
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Según el Banco Mundial y McKinsey & Company,
por cada dólar invertido en salud, se puede generar un retorno económico de
entre dos y cuatro dólares (Banco Mundial, 2023; McKinsey, Health Economics
Reports, 2023). A su vez, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha
estimado que un incremento del 10% en el gasto en salud puede elevar el PIB per
cápita en un 1% (BID, 2022).
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Pero no se trata sólo de invertir más, sino de invertir mejor y con visión estratégica,
abriendo paso a la innovación. La innovación médica tiene un impacto profundo
no solo en la salud individual, sino también en el tejido social y económico.
Por ejemplo, se ha estimado que la innovación
farmacéutica fue responsable del 35% del aumento en la expectativa de vida
global entre 1990 y 2015 (PhRMA, 2021), lo que se traduce en años de vida
productiva, participación económica y contribución familiar.
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La innovación no solo salva vidas. También tiene
un impacto positivo más amplio a nivel social y económico. En Ecuador, los tratamientos innovadores pueden contribuir a optimizar
la gestión hospitalaria y favorecer una recuperación más rápida de los
pacientes. Además, permiten reducir los costos de internación o intervenciones
médicas complejas que genera una enfermedad abordada de forma subóptima o en
estadía tardíos. Según resultados preliminares de un estudio del Instituto
WifOR, en alianza con Roche, medicamentos
innovadores para cáncer de mama, esclerosis múltiple y enfermedades de la
retina generaron más de USD 14 mil millones en valor económico agregado entre
2017 y 2023 en diez países, a través de
mayor productividad, reducción de recaídas y menor dependencia del sistema de
salud (WifOR, 2024).
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La innovación diagnóstica también juega un papel
fundamental. A pesar de que representa solo el 2% del gasto en salud a nivel
global, determina hasta el 70% de las decisiones clínicas (Health Affairs,
2018). Esto muestra que invertir en
innovación diagnóstica permite no solo mejorar resultados clínicos, sino
también optimizar recursos al evitar errores médicos, tratamientos inadecuados
y hospitalizaciones innecesarias.
Sobre los costos socioeconómicos:
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En América Latina, la inversión en salud llega
al 3,7% de su Producto Interno Bruto (PIB), por debajo del 6% recomendado por
la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2023). Esta brecha representa
una oportunidad relevante para ampliar
la inversión en salud, orientado a mejorar la eficiencia de los sistemas
sanitarios mediante innovación y acceso a tratamientos actuales.
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Según la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (CEPAL), solo el 20% del presupuesto sanitario regional se destina
actualmente a innovación. Esta cifra refleja
un margen significativo para avanzar hacia una mayor integración de soluciones
innovadoras que generen valor en salud y desarrollo (CEPAL, 2023).
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La carga socioeconómica de varias enfermedades
crónicas no transmisibles, como el cáncer de mama HER2+ o las patologías
visuales vinculadas a la diabetes y el envejecimiento, evidencia la importancia
de invertir en salud y su innovación. Según el estudio de WifOR en 10 países,
entre 2017 y 2023 la carga socioeconómica total del cáncer de mama HER2+ —que
representa entre el 15% y 20% de los casos— fue de aproximadamente USD 588 mil
millones. Esta cifra podría alcanzar los USD 992 mil millones entre 2024 y
2032. Para el Edema Macular Diabético y la Degeneración Macular Neovascular, la
carga fue de aproximadamente USD 356 mil millones entre 2017 y 2023. Esta cifra
podría acumularse hasta los USD 715 mil millones en el período 2024-2032.
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Los efectos de estas enfermedades van más allá
de los costos médicos directos: pérdida de productividad, presión sobre los
cuidadores, ausentismo y en muchos casos exclusión laboral. La innovación en tratamientos representa
una vía efectiva para mitigar estos impactos, al reducir los periodos de
discapacidad, facilitar el retorno a las actividades productivas y optimizar el
uso de los recursos del sistema sanitario.
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Asimismo, reducir
el gasto de bolsillo mediante acceso equitativo e innovación representa una
oportunidad clave para fortalecer los sistemas de salud. En América Latina,
14 países ya superan el umbral del 30% en gasto de bolsillo, considerado como
“catastrófico” por la OMS (2022). Esto significa que es un gasto que
conduce a las familias a la quiebra o las sumerge en la pobreza, lo que genera
mayor inequidad.
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En Ecuador, este indicador alcanzó el 30,62% del
gasto total en salud (2021), con un impacto del 25% sobre la capacidad de pago
de los hogares, según la OPS. En este sentido, se concluye que hoy el gasto en
salud es uno de los principales factores de pobreza en el país.
En Ecuador, es
necesario fomentar un diálogo multisectorial basado en evidencia sobre el valor
real de la innovación en salud. Las políticas públicas modernas pueden
reconocer no solo el beneficio clínico de una intervención, sino también su
retorno económico, su impacto social y su contribución al fortalecimiento
sostenible del sistema sanitario. En este sentido, la inversión estratégica en
salud genera beneficios tangibles para las personas, las economías y las
instituciones.