Ramiro Aguilar Torres
Si hay un
territorio baldío en la economía ecuatoriana, es el sector financiero. Ahí no hay autoridad. Los bancos y demás
entidades financieras, incluidas las cooperativas de ahorro y crédito, hacen lo
que les da la gana, se burlan de la ley y manejan a los funcionarios de la
superintendencia de Bancos y de la SEPS, como si fueran sus propios empleados.
Solamente para citar un ejemplo, el artículo 308 de la Constitución dice
claramente que en el Ecuador se prohíben las prácticas colusorias, el
anatocismo y la usura. Igual prohibición consta en el artículo 130 del Código
Orgánico Monetario y Financiero. ¿Qué es el anatocismo? Cobrar interés sobre interés.
Desde junio del año 2020,
cuando paulatinamente regresamos del aislamiento por la pandemia, la banca se
cansó de extorsionar a sus clientes. No tuvo la menor condescendencia. Si María
debía diez mil dólares más intereses en su tarjeta de crédito y se retrasó en
los pagos; el banco emisor de la tarjeta lo que hizo fue darle un préstamo
obligado para cobrarse capital e intereses; y sobre este nuevo préstamo con
intereses capitalizados, volvió a cobrar intereses. En resumen, los bancos, cooperativas
y tarjetas de crédito, se forraron de dólares a costa de una clientela enferma
e indefensa.
Otro mecanismo de
sinvergüencería del sistema financiero ha sido la gestión de cobro. Unos cargos
altísimos por supuestas gestiones de cobro que no son otra cosa que llamar por
el móvil a los clientes y/o atormentarlos con mensajes de texto.
Adicionalmente, dos bancos
desarrollaron un programa denominado banco del barrio. Mediante este artilugio,
una tienda de abarrotes abre cuentas de ahorros a quien pasa por la calle sin
verificar mayor cosa. Ha habido gente a la que le abrieron cuentas sin que
conociera del hecho. En esas tiendas de barrio suplantaron sus identidades. El
asunto es que, a través de estas cuentas, estos dos bancos captaron dinero
legal e ilegal sin pudor alguno.
Como resultado de todo esto,
la banca y las cooperativas ecuatorianas quedaron con una enorme liquidez. Han
lavado, consciente e inconscientemente, a través de las cuentas de barrio y
captaciones en pólizas, millones de dólares entre el año 2020 y el 2023. Ahora
bien, ese dinero que captó con voracidad y por el que paga una tasa de interés
pasivo del 8 por ciento (promedio), lo pretende colocar a una tasa de interés
activa del 18 por ciento en créditos de consumo (promedio, a veces hasta el
21%). Es decir, en la pura intermediación financiera la banca especula con el
spread y se lleva más del 10%.
Hablando en términos prácticos:
si un emprendedor quiere ponerse un negocio con crédito, tendría que ser algo
que le genere - desde el inicio-, una utilidad brutal; porque solamente en
pagar el crédito se le iría el 25% de lo que genere el emprendimiento. Una
locura. Por eso la gente quiebra, el Ecuador no crece y los dueños de los
bancos, año tras año, se llenan de dólares que ni siquiera los reinvierten en
el país, sino que los sacan hacia paraísos fiscales.
Como no hay crimen perfecto, este
carrusel de especulación les ha generado un problema: tienen mucho dinero en
caja y con tasas de interés tan alto no prestan. En resumen, el mecanismo de
lavado se salió de control. Por más torpe que sea el Banco Central; por más
vendida que sea la superintendencia de Bancos, y por más precario que sea el
ministerio de Finanzas de cualquier país abandonado de Dios, es obvio que este
mecanismo de exceso de liquidez financiera termina perturbando los indicadores
macroeconómicos en una economía dolarizada; y prendiendo las alarmas de los
multilaterales y del Grupo de Acción Financiera Internacional. La inflación,
por ejemplo, o el incremento de las importaciones de artículos suntuarios,
alterando la balanza comercial, tasa de interés, entre otros efectos.
La solución que hallaron los encargados
del supuesto control, no fue hacer que el sistema financiero cumpla con la ley.
No. Toda esta organización, que en un país con instituciones podría llevar
tranquilamente el calificativo de criminal, aquí se ve auspiciada por entes de
control creativamente cómplices de la especulación financiera. Ahora los bancos
y las cooperativas están vendiendo frenéticamente su cartera a compañías
creadas para el efecto. Así, cuando alguien les pregunte por los excesos de
liquidez pueden mostrar una cartera vendida, saneada. Nadie le preguntará a esa
nueva compañía, ¿quiénes son sus dueños? ni ¿de dónde salió el dinero para su
operación?
El cobro de cartera es otro
terreno baldío de la actividad económica en el Ecuador. En los terrenos baldíos
de la banca; en las actividades económicas mostrencas de cobranza, quien manda
es el lavador de dinero del narco y de la corrupción, en sociedad con las
elites financieras. Por eso, la economía ecuatoriana está enferma y
distorsionada. Ojalá el nuevo gobierno
lo entienda y actué en consecuencia.