Ramiro Aguilar Torres
La
semana anterior escribí un artículo sobre lo insensato que resulta cambiar un
Lasso por otro Lasso en las elecciones anticipadas que se realizarán en
Ecuador. Reflexionaba sobre la necesidad que tiene el votante de escoger entre
el neoliberalismo y el progresismo; tomando en cuenta que el neoliberalismo ha
sido aplicado a garrote por los gobiernos de Lenin Moreno y de Guillermo Lasso.
Ha obligado a migrar a más de un millón de personas; y ha enviado a millones de
ciudadanos a la informalidad laboral.
Guy Standing
escribió el 2011 un libro titulado: The Precariat. The New Dangerous Class. En
este trabajo, Standing desarrolla una nueva categorización de las clases
sociales. En la cúspide están las élites constituidas por individuos
absurdamente ricos que son dueños de transnacionales y empresas globales. Luego
vienen los salariados que trabajan para grandes empresas y para la alta
burocracia nacional e internacional: disfrutan de empleo bien remunerado, estable,
vacaciones, seguros, buena jubilación, etc. Después viene un segmento de
profesionales altamente calificados y de altos ingresos que trabajan por la
libre. Siguen los obreros que tienen la suerte de trabajar con salario mínimo,
jornada laboral, estabilidad y defensa sindical. Por debajo de todos ellos,
está lo que Standing llama el precariado.
El
precariado (así lo resume Jan Brenan en su crítica al libro) “está formado por
todos aquellos que tienen formas inseguras de trabajo, que es poco probable que
les ayuden a construir una identidad o carrera deseable: trabajadores
temporales y a tiempo parcial, mano de obra subcontratada, empelados de centros
de atención telefónica, pasantes. Se podría pensar que se trata de proletarios
clásicos, gentes despojadas de los medios de subsistencia que para sobrevivir
no tienen otra opción que vender su fuerza de trabajo. Sin embargo, Standing es
rotundo: El precariado no es parte de la clase trabajadora o del proletariado.
Ofrece una definición peculiarmente restrictiva de este último que limita a
trabajadores con empleos estables, jornadas laborales, y susceptibles de
sindicalización y contratos colectivos”.
El
precariado está integrado básicamente por mujeres; jóvenes que a menudo se ven
obligados a aceptar empleos sin futuro para afrontar sus deudas; adultos
mayores a quienes se les ha recortado sus pensiones jubilares; y migrantes.
En el
Ecuador desde el año 2017 en que asumió el poder el gobierno neoliberal de
Lenin Moreno se ha dado un proceso migratorio desgarrador, agravado estos dos
años del gobierno de Guillermo Lasso. Nuestro migrantes van a precarizarse en
el extranjero y con sus remesas tratan de mantener a su familia que queda en el
país, también precarizada. Los que nos hemos quedado vemos como cada día el
precariado aumenta. Cientos de miles de mujeres que se han quedado como jefas
de hogar se vuelcan hacia cualquier trabajo diario y mal pagado para sostener a
sus familias. Los jóvenes que salen del colegio o de la universidad tienen que
aceptar cualquier cachuelo para ir tirando los días, en espera de conseguir un
empleo estable. Incluso los jóvenes que se han graduado de profesionales tienen
que malvivir cobrando honorarios irrisorios o laborando en actividades
distintitas a sus carreras para mantenerse. Los adultos que han superado la
barrera de los cincuenta años también optan por trabajar por su cuenta como
vendedores de cosméticos, artículos de catálogo o productos para adelgazar. Los profesionales, ante la contracción de la
economía, han entrado en formas igual de dolorosas de precariado malvendiendo
sus servicios de abogados en las puertas de los juzgados, para citar un
ejemplo.
A los
ojos de la derecha neoliberal, todos los que he mencionado en el párrafo
anterior son perdedores. Gente incapaz de emprender. Vagos y conformistas. No
obstante, vemos que el precariado también incluye a la clase media que está
atormentada por la economía del insomnio, el trabajo incierto y las deudas. La
clase media que puede ser despedida en cualquier momento y que el
neoliberalismo pretende despojarle de la estabilidad laboral y bajar sus
pensiones jubilares. Una clase media que, a título de auto emprendedora, no
tiene seguridad en los ingresos; jornada laboral; ni vacaciones; y no puede
pagar salud privada o educación de calidad para sus hijos.
Sin
embargo, la clase media lejos de apartarse con lógica del neoliberalismo, es su
fácil presa. El neoliberalismo les ha metido en la cabeza que la incertidumbre
en la que viven es ideal; que son ganadores. Les ha hecho padecer la economía
del insomnio. No pueden dormir pensando en su futuro; soportando las llamadas
acosadoras de bancos y tarjetas de crédito (que junto con el sector salud
privado lucró de la pandemia en niveles astronómicos), sufren angustia,
ansiedad, depresión frustración, etc., con el consiguiente costo para su propia
productividad. Pero nada de eso importa, aplauden el neoliberalismo porque han
sido el objetivo principal del odio destilado día y noche por los medios de
comunicación hacia servicios públicos y subsidios, desacreditados por las
élites a título de Estado obeso.
Este
artículo pretende que usted active su brújula de clase; que sepa ubicarse. Que
no se deje utilizar por las élites para las cuales usted ni siquiera es un colega
auto emprendedor; sino mano de obra barata, profesional de segunda,
descartable. Élites que buscan hacer
negocios con el Estado obeso; venderle armas obsoletas, insumos médicos sin
repuestos, etc. No son ellos los que se precarizan con el neoliberalismo, es
usted quien ha entrado a formar parte del precariado. Mientras ellos duermen
plácidamente pensando en los rendimientos financieros de sus inversiones, le
atormentan a usted 24 / 7, haciéndole padecer la economía del insomnio.
¿Ahora
entiende mejor lo que está en juego? En las próximas elecciones está en juego
su paz, su economía personal y familiar. No está en juego el odio hacia la otra
candidata.
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