Desde que se creó el Ministerio de Cultura el año 2007 y su
posterior conversión por decreto en Ministerio de Cultura y Patrimonio a partir
del 2013, la ciudadanía, los gestores culturales y los afines al arte poco
beneficio han obtenido con la creación de esta institución
Su presupuesto ínfimo no alcanza para cubrir el pomposo objetivo “promover y estimular la cultura, la creación, la formación artística y la investigación científica. Los funcionarios que son beneficiados con nombramientos para ese ministerio y una red de museos apáticos, fríos por la falta precisamente de creatividad, saben que los objetivos anteriormente mencionados no se cumplen a pesar del tiempo que desperdician en llenar formularios para su rendición de cuentas.
Martín Pallares en el editorial titulado “La cultura no
necesita de un Ministerio” acota: el correato creó el Ministerio de Cultura
para montar un sistema clientelar de padrinazgos y auspicios capaz de
domesticar a la intelectualidad local y legitimar así su proyecto autoritario y
cleptocrático (mayo 12, 2020), bastante certero es Pallares en su
apreciación por lo ineficiente de este ministerio desde su creación hace ya 14
años.
Ese padrinazgo se regó por el país, Guayaquil no es la
excepción, llevan años las mismas personas con ideas caducas tratando de hacer
creer que dichos funcionarios son inteligentes, acuciosos y preocupados por los
practicantes del arte y la cultura, elaborando cómodamente boletines de prensa en
sus domicilios u oficinas para difundir lo que hacen otros artistas que son
recibidos si hay compadrazgo, amistad o empatía, de lo contrario, muchos
practicantes de las bellas artes pasarán invisibilizados.
Un Ministerio de Cultura y Patrimonio que presupuesta apenas
18 millones de dólares para lograr anualmente sus objetivos, es mantener una
institución del engaño, de la farsa, muchos jóvenes gestores culturales que
desean mantener y hacer crecer nuestra identidad en ese ámbito, se sienten
defraudados ante el poco apoyo recibido.
Se crea con gran promoción el proyecto denominado “El teatro
del barrio” con un presupuesto escuálido de $1274.000, los creadores se
muestran inconformes, la mayoría de esas obras se acreditan a gestores de Quito
y Guayaquil, las provincias pequeñas como Santa Elena, no son tomadas en
cuenta, cualquier pretexto es bueno para marginarlos, generando inconformidad
en ellos.
Para darnos cuenta del poco presupuesto asignado al Ministerio
de Cultura y Patrimonio que es de 18 millones dólares, recordemos el
presupuesto de la Asamblea Nacional que es de 67 millones dólares.
Ese bajo presupuesto ha generado deterioro en algunas de sus
instalaciones, sin embargo, el estado tiene otras propiedades que pueden servir
para realizar exposiciones, presentaciones artísticas de toda índole, ahí no hay ideas, acuciosidad y se desperdician patrimonios del estado improductivos
De alguna manera corrupción es que personas dedicadas a la cultura asuman cargos en instituciones donde los
fondos no alcanzan, ni los objetivos tampoco.