LEONARDO RIVADENEIRA
Ha transcurrido más de un siglo desde que Marcel Duchamp
presentó su urinario al público (1917), con ello se revolucionó el ámbito de
hasta dónde puede llegar el arte moderno. Los Dadaístas entre ellos André
Breton, Tristan Tzara en 1916 ya presentaban dos inquietudes, ¿Cuál es el papel
de artista? y cuál es el prepósito del arte? interrogantes generadas para
desafiar lo establecido, ¿qué era lo establecido? En aquellos años el
Impresionismo, el futurismo, el abstraccionismo y más.
Un siglo después conscientemente ciertos artistas siguen en
esa ruptura, en ese rechazo a lo establecido como arte y presentan sus
ponencias, como algo nuevo, pero ya manoseado durante décadas.
No es improductivo lo que hacen, esa filosofía los induce a
crear, basado en su realidad, entorno o por su largo espectro cognoscitivo, sin
embargo, ese propósito en su obra que al final es comunicar, ¿tendrá el efecto
que ellos esperan?, recordemos que a diferencia de la comunicación digital en el
objetivo comunicacional plástico no hay feed back, es decir no hay respuesta
inmediata.
En ese sentido puede que muchos artistas hasta caigan en
plantear horrendas propuestas o instalaciones que posteriormente irán a la
basura por la dimensión de las mismas.
Estos pensamientos salen a la luz por la visita que hice a la
bienal Nómade en la red de museos del Ministerio de Cultura en Guayaquil,
instalada con muchos criterios por parte de curadores y expositores, unos
hablan de la gran efervescencia, del calor, de la humedad, de la temperatura de
Guayaquil y lo que eso provoca en los artistas participantes. Sin embargo, a
medida que se observan las obras: sean cuadros, videos, esculturas o
instalaciones el tema de la ciudad se diluye, especialmente en las obras
creadas por los extranjeros que poco conocen la identidad del guayaquileño y su
cultura.
Es una bienal Nómade multidisciplinaria, cargada de conceptualismo,
desde temas globales a locales, de ahí el poco tratamiento de la identidad y
hábito del guayaquileño que de por sí es variado, es el caso del planteamiento
de Jaén acentuado con su caligrafía y sus personajes eróticos sobre la realidad
de la famosa calle 18 donde pulula el lumpen.
Hay obras que no deberían estar ahí porque no calzan en esos
experimentos conceptuales. Como por ejemplo la obra de consagrados creadores:
Hernán Zuñiga, Mariella García, Servio Zapata, Xavier Patiño entre otros que
han elucubrado por otros rumbos desde antes.
Se adaptan a la idea conceptual de la bienal Nómade, el
minimalismo de Larissa Marangoni, con un tema auténtico, los ramales del
manglar que protege el medio ambiente concebido en hierro y madera. Lo mismo la
obra de Paco Cuesta, bien ordenada y analizada, aunque dotada de mayor
plasticidad es su cerámica titulada “Olla macho para caldo de Salchicha”.
Al observar a un empleado que limpiaba el piso en el MAAC alrededor
de la valedera propuesta de los retazos de espejos de Sara Roitman instalados
en el piso, me trae a la mente la observación que hacia una empleada encargada
de la limpieza en una galería que le preguntaba todos los días a la directora,
si es que esa caja de zapatos era basura u obra de arte. Hace poco adquirieron
una banana pegada en una pared de galería en miles de dólares y más reciente
aún, un creador vendió una escultura invisible en $15.000 entregando solo un
certificado.
Ante todas estas propuestas
artísticas del pasado las presentadas en la bienal Nómade no sorprende, son
experimentos de artistas que están elucubrando en los temas que le apetece,
muchas obras de las presentadas pueden considerarse aburridas y desprovistas de
originalidad, lo único que la respalda es el concepto del artista, tomando en
cuenta, que, en la actualidad, el buen dibujo, la perspectiva, la luz y sombra
no son básicas a la hora de presentar una obra.
Al final persiste una gran
cantidad de escritos de expertos y curadores para justificar sus obras, que
poco atraen al gran público, es una bienal para que disciernan los estudiantes
de arte, y los especialistas, muchas obras e instalaciones después de la misión
itinerante serán arrumadas por el gran espacio que necesitan para ser
observados. En todo caso esta presentación que durará 3 meses, ojalá sirva de
ejemplo para las nuevas generaciones de creadores que muchas veces sin pintar
una mancha pueden presentar una instalación atrevida.