COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO
CRECIDO POR LA ESPERANZA
Víctor Corcoba Herrero
Me
ensimisma crecer con la esperanza
del
niño que fui, del hombre que soy.
Tras
la noche continuamente llega la luz,
que
nos aviva, que nos despierta.
A
mí perenemente me gusta animarme
con
el camino, reanimarme con la vida.
Aunque
las sendas parezcan túneles,
sin
primavera alguna, yo me injerto
abecedarios
de alegría en el corazón
y
sueño con el regocijo de vivir,
pensando
en abrazarme al amor,
por
el que vivo y me desvivo cada día.
Me gusta cultivar la ilusión del niño
en
mi seno, la convicción de que Dios
nos
acompaña y acompasa en silencio,
dándonos
aliento, abriéndonos paso,
conduciéndonos
y reconduciéndonos,
por
muy oscuros que sean los momentos.
Ahí
está la angustia del crucificado,
el
dolor de la ausencia, el sufrimiento
de
un hombre torturado, muerto,
despojado
de Dios, ensuciado de mundo,
que
retorna a la belleza de la poesía,
porque
el amor siempre vence y convence.
Tras
esta cruz, pues, nace la bondad,
con
el naciente del amor que da savia,
y,
al florecer, todo se engrandece.
Es
Jesús Resucitado el que nos consuela,
dejémonos
custodiar por su Palabra,
y
que sea el Verso quien nos transforme.
Veámonos
en este celeste cielo de salmos
y
de salves, tomemos esta inspiración
como
un modo de ser, hagamos una lista
de
hábitos y, al formular las plegarias,
saltemos
de gozo que la gracia es grande:
¡Alabar
a Dios por siempre y para siempre!
Víctor Corcoba Herrero
2 de abril de 2016
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