LEONARDO RIVADENEIRA
Si se duda del presidente, de los asambleístas y también de los jueces,
la república está desecha, los mandamases del poder ejecutivo, legislativo y
judicial son incapaces de manejar un país más o menos bien.
Así no sorprende que la delincuencia común crezca geométricamente, ¿qué
ejemplo han dado los últimos presidentes de honradez, ética, moral y buenas
costumbres? más vale, constantemente se duda de su integridad, aunque no se lo
pueda comprobar con la inmediatez requerida.
Hoy se percibe que el actual presidente de la república lo que desea
básicamente es permanecer en el cargo los cuatro años para el que fue elegido,
aunque para ello tenga que ceder a todo tipo de propuestas indecentes,
desgraciadamente las cartas están echadas en la mesa y cierta parte de la
ciudadanía pensante sabe lo que se viene, el perdón para algunos políticos condenados
representados por la oposición, esa bancada debe estar feliz de que se le
acepte todo lo que pide, al pueblo le harán creer que no se contactan con el
presidente y que las resoluciones con los otros poderes del estado ocurren por
coincidencia.
Si esta libertad momentánea de Glas es el principio de otras, no sería
nada raro que partidos políticos que ya estaban de bajada recuperen prestigio
al oponerse a este tipo de negociación que de alguna forma inmiscuye al poder
judicial.
Tres poderes que existen democráticamente servir a la sociedad, hoy
están dedicados a servirse entre ellos.
Pobre país en que vivimos, situación que no cambiará a menos que mejore
la educación de nuestros jóvenes y los perfiles como seres humanos pensantes,
para que razonen y se den cuenta; desde que se inició la república elegimos por
emoción y no por raciocinio, la resultante este tipo de personajes en los
poderes deliberante y ejecutantes cada día menos capaces y personalistas.
Acá en Santa Elena ya están utilizando a los más pobres para que
celebren peleas ajenas, no se dan cuenta que nadie los ha ayudado hasta el
presente, no sabemos porqué reaccionan de esa manera tomando en cuenta que la
pobreza les muerde la oreja.