LEONARDO RIVADENEIRA
Desde la prehistoria en la época
de las cavernas el hombre ha deseado comunicar, lo prueban las imágenes rupestres
de las Cuevas de Lascaux y Altamira en Francia y España respectivamente,
magníficas obras elaboradas en roca agreste, dura y difícil para el dibujo, sin
embargo, esa resistencia o irregularidad de la roca no amilano a los dibujantes
de aquella época, ellos querían comunicar sus vivencias, sus hábitos, y sus
triunfos al lograr cazar gigantes bisontes, así comunicaban sus triunfos, sus
esfuerzo, cuando las descubrieron la humanidad se benefició con estas gráficas.
No es nada extraño que estas
pinturas rupestres hayan servido de inspiración para mucha obra moderna de
pintores neofigurativos o abstractos, el artista actual se nutre del
pasado constantemente. En determinado momento en Europa a inicios del siglo XX
intelectuales insatisfechos crearon el Dadaísmo, generando polémica Andrés Bretón
y Tristan Tszara.
En este siglo XXI el de la
tecnología e Internet en todos los órdenes, seguirán los creadores elucubrando
hacia otras vertientes, porque esa es la razón del artista, expresar sus
criterios, sus sueños con el estilo en que él se acomode.
Hoy estamos observando que artistas
plásticos en ese afán por entender y comunicar al mundo sus criterios, periplo
en el que llevan 60 años, ya lo asentaba en esos tiempos Susanne Langer, al
forjar una interrogante filosófica: “Qué es y qué hace una obra de arte”
Esa pretendida manera de
comunicar de los artistas ¿estará surtiendo efecto en la gran masa?, o los
conceptos, oratoria y textos solo quedarán para alimentar a nuevas generaciones
de interesados en el arte.
Ante esa recurrencia del artista
visual actual que se apoya en otras disciplinas para comunicar, queda una interrogante,
pretenden los artistas plásticos convertirse en escritores o podrían los escritores
sin mucho fundamento en la práctica pictórica ser adalides de la comunicación visual.
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