Un país donde la esperanza está en el papel, en las
estadísticas, en las expectativas y no en la realidad, y no porque este
gobierno no haya realizado obras importantes, es que el pueblo se adaptó a la
retórica del presidente de hablarnos durante 8 años que estábamos bien, que el
progreso nuestro no lo para nadie, así vivimos contento durante ese tiempo.
Y como la alegría en la casa del pobre dura poco sucedió lo
que no queríamos que llegará una recesión, un detenimiento de la productividad
y las ventas ante la falta de dinero que ya no bullía en la misma forma desde
que bajo el valor del barril de petróleo.
Ahora vivimos del cuento, se ha acelerado las cadenas y las
interrupciones en los medios por insignificancias, utilizando el dolor de un
pueblo que no observa obras en su entorno como el caso de Esmeraldas y Manabí, repiten
que han entregados unas decenas de casas que parecerían que lo beneficiados son
miles, eso es irresponsabilidad y engaño
Ante esta realidad, la población acostumbrada a su mediana o
pequeña venta, se vio de pronto, afectada, la mediana venta se convirtió en
pequeña y al de pequeña venta su ingreso
desapareció, viviendo hoy una situación crítica, lacerante, esa población
activa, difícilmente podrá vivir del cuento y la esperanza de días mejores, esa
propuesta es para los grandes empresarios que pueden esperar días mejores y
seguir viviendo bien
El pueblo que no es un dotado, ni
ilustrado en sumo grado, no entiende porque a pesar de tantas leyes y tantos
controles, los únicos afectados de la
crisis siguen siendo ellos
El pueblo santaelenense también vive está realidad, y lo que
es peor las autoridades gubernamentales de turno nunca pudieron intervenir para
que se dé prioridad a la crisis de los peninsulares, mientras se observaba los
cambios en las economías de algunos funcionarios que dicen que están a favor de
los pobres pero viven como `pudientes.
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