Tres meses de cuarentena, significa muchas vicisitudes en la
vida de los peninsulares, unos con más sufrimientos por que atañe muertes,
otros han salvado sus vidas con sufrimientos, y la mayoría en silencio, soportando
vivir apretado. Conseguir los alimentos para la mayoría es un estrés constante,
donde 90 días han sido una guerra mental para subsistir, especialmente para aquellos
informales que tienen dos opciones: salir a trabajar o morirse de inanición.
Ante estas realidades angustiosas deprimentes, el peninsular
saca ese estoicismo interno que parece que no lo posee, que le ha permitido
sobrellevar tantas angustias, sobrevivió al agua de pozo, al agua entubada, al
escaso alcantarillado y ahora al covid 19.
Hoy, debe hacerse hábito usar mascarilla, evitar la
aglomeración hasta que se descubra el antídoto a este virus importado, tener
más cuidado e higiene en la elaboración de productos alimenticios, aunque sean
bajo pedido.
El virus está ahí, pero, no significa de la vida se paraliza,
muchos peninsulares acuciosos e investigativos habrán seguido con su labor, sea
en tecnología, medicina, científica, cultural o artística, otros se habrán
dedicado a escribir sus memorias o libros sobre lo que investiga, ya habrá
tiempo y espacio para presentarlos al público.
Espera la ciudadanía que los políticos de los estamentos
locales y provincial hayan recapacitado sobre lo que hacen por la comunidad ya
que el área educativa y salud compete al gobierno central, inmiscuirse sin
experiencia en esas áreas no es de mucha ayuda.
El virus se mantendrá por mucho tiempo, eso no significa
paralizarnos, porque estaremos condenando a las futuras generaciones a un precipicio
difícil de salir, producir y vivir espaciado, pero amando es el futuro cercano